Sant_Jordi00005
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La leyenda de Sant Jordi nos sitúa en la villa de Montblanc, donde los habitantes vivían aterrorizados por un dragón colosal que se había asentado cerca de sus murallas. La criatura no solo era enorme y feroz, sino que su aliento pestilente envenenaba el aire y el agua, extendiendo el miedo y el caos. Su insaciable apetito lo llevaba a devorar cualquier forma de vida que pudiera encontrar.
Para evitar que el dragón se acercara al pueblo, los vecinos empezaron a ofrecerle animales como tributo. Primero fueron las ovejas, luego los bueyes, y más tarde los caballos. Sin embargo, cuando se quedaron sin ganado, no tuvieron más remedio que sacrificar a sus propios habitantes. El sistema para elegir quién sería entregado al dragón era mediante un sorteo, lo que hacía que cualquiera, sin importar su estatus o posición, pudiera ser la próxima víctima.
Un día, el sorteo designó a la hija del rey como el siguiente sacrificio. Pese a los ruegos del monarca, el pueblo no aceptó excepciones, y la princesa fue enviada al encuentro del dragón. Sin embargo, justo cuando la joven estaba a punto de ser devorada, apareció Sant Jordi, un caballero valiente que, montado en su caballo y armado con una lanza, enfrentó al dragón. Tras una feroz batalla, Sant Jordi logró derrotar a la bestia, clavándole su lanza y liberando a la princesa y al pueblo.
Según la tradición, de la sangre del dragón brotó un rosetal del que Sant Jordi arrancó una rosa para entregársela a la princesa como símbolo de amor y valentía. Desde entonces, esta historia ha perdurado como una de las leyendas más queridas de Cataluña, celebrada cada 23 de abril, cuando se regalan rosas y libros en honor a Sant Jordi y la cultura.
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